Viene de: Puerto Montt - Castro
El lugar se veía bastante decadente y las piezas se asentaban sobre una cantina que no quise ni siquiera asomarme a mirar. Personalmente estaba agotada, que rico dormir una noche en cama y no tener que armar la carpa. Al día siguiente lamenté ese entusiasmo, la carpita y mi saco son mil veces más cómodos que esa cama toda chueca sobre el piso desnivelado donde tuvimos que dormir todos apretujados.
Pasó la noche y rápidamente nos levantamos para llegar pronto a nuestro destino: Cucao. Mientras paseábamos por el segundo piso aparece ella "¿Y ustedes durmieron aquí?", "Sí" respondemos a coro. "Pobreciiitos...¿Y durmieron arriba? ¿En la pieza 10?". "Si". "Pobreciiiiitos". O sea...fue harto incómodo y por si acaso pusimos los aislantes sobre la cama y dormimos en nuestros saquitos pero de ahí a dar pena de esa manera...
Conversamos un rato con la señora, que por cierto, antes de medio día ya llevaba dos cañitas en sus manos, nos cuenta un poco de su vida y de sus hijos. "Y a mi me avergüenza tanto trabajar en esto, pero tengo que hacerlo". "No tiene que sentir vergüenza, el trabajo dignifica siempre" Se apresura a responder Alexis. Conversamos otro tanto mientras ella se empina una de las cañitas " ¿Y esa es basura? Nooo, déjenla ahí no más si la señora del aseo se encarga de eso". Llega la hora de partir, fue una buena conversación, salimos todos pensativos hasta que alguien rompe el hielo "¿Y entonces, en qué trabajaba la señora?". "No se pero no era quién hacía el aseo...y se avergonzaba de su trabajo". "¿Viste las cañitas?....mmmm". "Ay, sí, era...era una señora de esas....¡Estábamos en una casa de huifas! jajjaa"
Rápidamente partimos al terminal que quedaba a sólo un par de cuadras pero para nuestra mala suerte no había pasajes hasta dentro de más de dos horas, así que nos fuimos al supermercado y aprovechamos de comprar algunas cosas para almorzar. A esas alturas ya llevábamos dentro de nuestras provisiones 4 vinos de 2 litros, un fresco cooler y tres melones por si acaso.
Por fin llega el bus, que en realidad es una micro, y partimos a Cucao. El auxiliar acomoda una decena de mochilas en los últimos asientos y la micro se llena rápidamente. Casi dos horas de viaje y llegamos. Ninguno sabe muy bien qué hacer en este punto, la gente comienza a subirse a un par de lanchas y recordando las indicaciones de mi amiga Lily, decidimos hacer lo mismo.
Por $300 cada uno, el caballero nos lleva al otro lado del lago donde se encuentran dos campings. Obviamente nuestra temerosa Chikis se apresura a pedir su chaleco salvavidas "Mm? ¿Pero tan delgado? Esto no me va a salvar ¡Tengo miedoo!". Después de una conversación con un caballero que iba sentado a mi lado decidimos bajar donde "Don Tenorio".
El sistema de bajada consistía en pisar un tambor acomodado sobre las piedras a orillas del lago. Es mi turno, piso el tambor e inmediatamente siento frágil el equilibrio y antes que Jessica, la niña que nos recibía pudiera ayudarme ¡Zas! se da vuelta el tambor y caigo de pie en el lago, pero el fondo es de piedras y con impulso y lo resbalosa que ellas están ¡Zas! que caigo otra vez y me voy encima del tambor, el cuál con el impacto vuelve a voltear y sí, ¡ZAS! otra vez y quedo tirada en el lago...¡Auch! fue realmente doloroso pero me logro percatar que la temperatura del agua es bastante agradable jajaja. "Bienvenida" me dice el caballero con quien venía conversando. Así fue mi llegada a Cucao, adolorida y pasada a lago.
Por $1000 diarios, nos instalamos, nos relajamos y por fin llego mi momento esperado, mi momento especial, el que ansiaba desde que programamos el viaje, mi momento de libertad, tirada sobre el suelo, mirando el lago, admirando una, un tanto lejana, puesta de sol."Flaca...por fin...estoy...re-la-ja-da"
Terminamos de armar la carpa y partimos a la cocina, lugar de reunión de todos los campista. Mmm, ese día había curanto y Alexis invitó la cena de la noche. El lugar es precioso y la gente muy cálida. Al camping de Tenorio se llega sólo por recomendación de alguién conocido lo cual asegura la seguridad de los visitantes. Al día siguiente conocimos por fin a la Tía Mirta y al mítico Don Tenorio, los dueños de camping.
Lamentablemente en este punto se disocia nuestra comunidad ya que el médico ha desahuciado a la abuelita de Alexis y él debe volver rápidamente a San Gregorio.
Pasaron los días y fue fabuloso, claro aquí tuvimos el único desacuerdo del viaje, la Chikis y yo queríamos quedarnos a la famosa Fiesta de la Luna , mientras que Fran y la Flaca preferían seguir recorriendo, pero como todo se arregla conversando decidimos quedarnos hasta el evento y al día siguiente partir hacia Achao. En los días que estuvimos en Cucao llego el relajo, almuerzos tipo picnic a orillas del lago y por qué no, también el postre de melones con vino y un delicioso navegado con la canela que nos facilitó la Tía Mirta, claro porque menos mal que no le hice caso a Tenorio cuando me dijo que le echara papitas crudas...que manera de reirse de mi ese caballero :S.
En las noches disfrutamos de las fogatas del camping que contaba no sólo con guitarristas y sino que también violinistas. En ellas conocimos más a la gente que durante el día encontrábamos en la cocina para realizar los trueques de comida "Nosotros tenemos puré, te cambiamos puré por 2 tarros de atún".
El cocinar fue otra aventura, por ejemplo para Fran que aprendió a hacer unas deliciosas lentejas que la Chikis dio el bajo incluso en medio de la noche.
Entre los días que estuvimos allá viajamos por el día a Llaullao, entre Castro y Dalcahue donde se realizaba una Maja en la que enseñaban cómo antiguamente se hacía la Chicha de Manzana, fue una buena tarde con Asado de Cordero, Chancho ahumado y la exquisita Chochoca. Fran fue nuestro representante santiaguino en la molienda manzanas.
Durante nuestra estadía también visitamos el Parque Nacional Chiloé y su Sendero del Tepual, simplemente hermoso; un mágico bosque que mostraba tener más vida de la que nosotros podíamos visualizar. Cuevas y madrigueras parecían ser el hogar de duendes y animales y a ratos el sendero se elevaba cerca de las copas del Tepual; sin embargo, la colonización de microorganismos no permitían saber exactamente a qué distancia nos encontrábamos del suelo.
Hasta que por fin llego el día 14 de febrero. En el camping se preparó el Curanto del Amor, Tía Mirta y don Tenorio celebraban aniversario y fue una fiesta durante toda la tarde, con cuecas guitarreadas por la propia Tía Mirta. A esas alturas mi amiga Lily ya había llegado a Cucao.
Llegó la noche y partimos a la famosa Fiesta de la Luna. La niebla se depositaba sobre el lago y a lo lejos las linternas sobre la lancha recordaba al mítico Caleuche. Cruzamos el lago, ahora ya con una aventurera Chikis que no le temía a la lancha ni siquiera con la niebla y la llovizna de la noche, esta vez no exigió su infaltable chaleco salvavidas. Cuando llegamos al lugar del encuentro, la luz se había cortado, todo estaba oscuro y lleno de mochileros de todas partes. Esperamos un momento mientras nos tomábamos lo que nos quedaba de nuestra reserva etílica y la luz por fin se decidió a volver.
Entramos y nos reunimos con la Lily y el resto de la gente del camping, unos cuantos cantautores de la zona y empieza el bailable. Fue una noche excelente y a ratos la luna se dejaba ver para recordarnos que era la protagonista de la noche "Flaca...por fin...estamos bailando vals chilote en Chiloé".
Al volver al camping la lancha se llenaba rápidamente una y otra vez así que después de una apuesta, con Lily decidimos volver caminando a través del Parque Chiloé, demoramos poco más de veinte minutos contra la hora que se nos había pronosticado. Caminar orillando el lago a esas alturas de la noche es fascinante.
Una vez en el camping, la gente se había reunido nuevamente alrededor de la fogata así que nos quedamos compartiendo nuestra última noche.Terminamos la reserva de vino y aparece la famosa mujer del mar (el que sabe, sabe), aunque en este caso vendría siendo la Mujer del Lago. No tengo idea cuanto tiempo estuve sentada a orillas de este mágico lago, con las manos apoyadas en las piedras cubiertas por el agua, pero fue un momento fascinantemente extraño, completamente ida, absorta, maravilloso. Lo recuerdo como un momento de total enajención, como hechizada por el lugar. En ese momento podría haber aparecido el mismísimo Millalobo o las ánimas de Cucao y creo que no me hubiese movido de ahí. Fue fabuloso.
Cuando volví aún quedaba gente en la fogata. Nos quedamos un momento y comenzó a amanecer.
Continúa...