diciembre 28, 2008

Mi soledad y yo.

Y llegó el día.

Cuando mi cabeza loca decidió que ya alcanzaba el mayor crecimiento personal que podía desarrollar bajo el techo de mis padres, me sumergí en cuanta página inmobiliaria encontré. Deben haber sido cerca de dos años mirando las ofertas de venta y arriendo por lo menos 3 veces a las semana, hasta que un día la decisión, la estabilidad laboral y la oferta de venta se unieron en uno sólo y así, pese a la crisis financiera mundial y contra todo pronóstico favorable en créditos hipotecarios, me tiré de cabeza en la compra de la “casa nueva” (que de nueva tiene bien poco).

Las llaves las recibí hace poco más de dos semanas y aunque desde ese mismo día alojé, o más bien acampé, en mi nuevo hogar no fue hasta ayer que me encontré en él completamente sola.

No lo tenía previsto, iba a ser un fin de semana de arreglos y pintura, el viernes llegamos con la amiga que vivirá conmigo y nos lanzamos al pinturrajeo de paredes. Sábado en la mañana, ella se fue por algunos compromisos que tenía y quedamos solos… el depto y yo.

Hace muchos días mi sensibilidad ha llegado a su máximo. Pese a necesitar mis momentos a solas, no estoy acostumbrada a la soledad 24 horas al día, soy apegada a mi familia y sí, lo reconozco, un tanto mimada y sobreprotegida. El ver a mis padres irse de mi casa y tras despedirme cerrar la puerta, no se me hace tan fácil. Los momentos de debilidad y tristeza en los cuales busco a la pequeña porque me reconforta sólo con un abrazo, aquí no están y aunque estas semanas he estado bastante acompañada, el sentimiento de soledad no me abandona, por el contrario. Lo cual por cierto me ha vuelto bastante quisquillosa en otros ámbitos.

Ayer fue aquel día que desde antes del inicio sabía que tendría. Llamé a la amiga de siempre pero como nunca no contestó el celu, llamé al 'pierno' para ir a verlo ya que figuraba con un fuerte resfrío en su casa… y fue peor. Pensé ir a ver a la familia que se reuniría pero me contuve porque sólo quería arrancar. Estuve a punto de llamar al amigo aquel que ofreció conversación y cerveza cuando este día llegara, pero no. Opté por vivir mi día de cambio de vida de una vez. Internalicé lo había hecho, me vi tan sola como decidí estarlo y lloré… lloré tanto, refugiándome sólo en mis nuevas paredes. Lloré sin culpa, lloré con temor, lloré con esperanza, lloré con pena, lloré con la liberación que tanto necesitaba, y así tras algunos minutos de lagrimeo me di cuenta que podía llorar 24 horas seguidas y absolutamente nada cambiaría, simplemente porque no había nadie más. Levanté la cabeza, limpié mis lágrimas, tomé el desengrasante y partí a quitar la grasa de las paredes de la cocina.

Me fui de la casa porque necesitaba crecer, porque necesitaba temer para dejar mis temores de lado, porque necesitaba construir el cien por ciento de mi vida a partir de mí misma y ahora era el momento de secar el lagrimeo y hacer la vida avanzar. Así me pasé el día… medio llorando, medio pintando, medio limpiando. En la noche salí con mis amigas y por primera vez volví sola a mi nueva casa. Revisé dos veces el cierre de puertas y ventanas, descubrí que mi dormitorio tiene pestillo y obviamente lo utilicé. Encendí la luz de la lámpara, leí un libro para calmar los nervios y me dormí.

Hoy al levantarme lo primero que hice fue tomar la brocha y arreglar algunos detalles, luego recordé que no había comido nada, lo cual es bastante inusual considerando que comer es mi prioridad número uno en las mañanas. Tras desayunar partí a una ferretería a comprar algunos materiales que me faltaban pero antes tuve que conectarme a la red para hablar con mis hadas. Siempre hay una, siempre.

Me reporté tras dos días de ausencia y al leerlas, al sentirlas cerca, al contarles mi día pasado, comprendí que ése había sido… ayer había vivido mi primer día de esta nueva vida, mi cambio. El día de ayer hice catarsis en mis miedos, en mi soledad, en lo que viene, en lo que fue.

Lo comprendí y caminé… caminé por mi nuevo barrio, respiré y sonreí.

diciembre 16, 2008

¿Has escuchado el silencio?

¿Has escuchado el silencio? ¿Has oído tu silencio?

Últimamente ha habido tanto ruido a mi alrededor que, a veces, olvido el sonido de mis desvaríos. La vida se ha activado de pronto y los instantes latentes se han transformado en movimiento constante, dinámico, intenso.

El tiempo de planificar y proyectar queda en una pausa y el día a día se apodera de cada instante.

El tiempo en casa se aleja, se aleja por un nuevo hogar, se aleja por una casa nueva... antigua y vacía pero tan llena de historia en sus rincones como no creo poder llegar a imaginar. Una casa vacía que desde hoy contiene el paso a paso de mi historia, una casa que comienza a ser invadida lentamente por muebles, por nuevos colores, por nuevos aromas, por risas, por suspiros, por brindis, por silencios, por abrazos.

Aún no me voy, pero siento que ya no estoy. Aún no llego pero siento que estoy ahí.

Y extraño… extraño lo que aún tengo, extraño lo que no pierdo y extraño lo que me pertenece y extraño lo que aún soy. Y así, sé que en la felicidad de este logro que me llena, extrañaré día a día no regresar a casa, no oír el silencio de la noche en el tercer piso, no oír el sonar del televisor encendido ni el ruido del motor al llegar. Extrañaré el reclamo de cada beso que no doy al despertar o al despedirme, extrañaré las bromas durante el rápido almuerzo de fin de semana, extrañaré los gritos por el desastre de la Pastora, extrañaré el sonido del agua mientras riegas como lo haces ahora, extrañaré el sonido de la guitarra desafinada, extrañaré no cobijarme en sus brazos ni hacerlos soportar mis pataletas cuando el camino se pone difícil, extrañaré no hablar sin pausa cuando algo me hace feliz.

Y aunque sepamos que en la corta distancias siempre estamos juntos, extrañaré sus miradas de cada día y así, en cada una de mis mañanas, les daré los 'Buenos días' en silencio y en cada noche antes de cerrar los ojos, desearé 'dulces sueños' para cada uno.

Y aunque ahora, de una vez por todas, me enfrento a MI vida... sabrán que en la partida de este lugar del que en realidad nunca me iré, los quiero. Los quiero eternamente, en cada segundo, en cada mañana, en cada noche, en cada palabra, en cada silencio, en cada abrazo y en cada rayo de sol.