febrero 14, 2016

Justamente aquí

- Te has vuelto sabio - le dije un poco en serio, bastante en broma.

Aquel viajero loco con el que nos cruzamos en el momento y con las palabras precisas. Con sus años de vida encima y la piel ya tan morena como la mía pero de sus días viajando, me decía una noche frente al mar ecuatoriano de Puerto López: "Vos lo que tenés que hacer es volver a Chile, dejar todo y venirte de viaje". Y eso fue lo que hice. Y aprendí. Aprendí tanto que aprendí lo que no sabía que se aprendía.

Ahora me parece tan lejano, como Alicia tras volver del País de las Maravillas. ¿Fue sueño o realidad?. ¿Acaso importa?

- ¿Qué te dice tu cabezota? - me pregunta ahora, porque ya sabe que la cabezota siempre dice cosas de las que no siempre hay que fiarse.

- La cabezota dice y no sabe. Sabe que no quiere cosas que quería y no sabe aún con certeza que quiere querer. La cabezota está en un proceso.-.

- Bien. Dejarse fluir con el universo. Y te está enseñando. Hay que ver lo que tenés que aprender.

- Lo sé. A ver lo que no se ve. Sólo se que mientras más veo, veo lo ciega que aún estoy. Es así, ¿no?Siempre un poco más despierta para ver que sigo bastante dormida. Nunca acaba.

- Te estás volviendo sabia - me respondió en venganza. Un poco en serio, un buen tanto en el jodido tono que siempre puede dar.

Y ya ambos sabemos que avanzar es ponernos siempre al comienzo. Que correr tras sueños tiene más relación con vivir las simplezas con grandeza y, cada tanto, estar resueltos a dar un salto certero, aunque la certeza sea lo que nunca está claro.

La tibieza de las tardes de sol junto a la brisa marina que se cuela por los cerros del Puerto es una nueva fascinación que he descubierto en esta vida porteña. Las tardes ya están más frescas y sé que no quedarán muchas semanas para la vida en el jardín. ¡Cómo quisiera retener los días de tibio sol! Entonces inmortalizo en la piel esta tarde descalza, el brillo de las gaviotas volando a lo lejos, las hojas que caen del mismo árbol que me da un tanto de sombra. Y dejo de pensar. Porque el exceso de pensamiento ensordece la contemplación y sé, que cuando los días de sol se vayan, vendrán los tonos rojizos y marrones, los días grises y la lluvia, a quienes, de una forma distinta, también amaré.


¿Cómo puedo saber qué quiero en cosas tangibles si mi querer es más bien un estado del alma, inexplicable en palabras?.

Sabiduría parece ser un aprendizaje en que la enseñanza es justamente "aprender", aprender a des-aprender y comenzar a descubrir otra vez. ¿Y cómo podría querer algo concreto  y procurar estar dispuesta a lo nuevo a la vez?

Mi mayor certeza hoy es que hoy estoy justamente aquí. Eso, y lo que soy.

Y sigo escuchando a Silvio esta tarde, después de años. Canción en prosa, en verso, en analogías, en amores y guerrillas, en represiones y libertades, en sueños y realidades...




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