Argentina
A Argentina lo conocí mediante el sórdido mundo de las citas por aplicaciones en redes sociales.
Recuerdo perfecto cuando presioné la X la primera vez que apareció. A mí me gustan morenos, qué le vamos a hacer. Bueno, apareció una segunda vez y entonces, presioné el botón verde.
Me las di de guía turista online y un par de días después nos juntamos en un bar. Mucha conversación, historias de viajes, proyectos y todos los etcéteras que hacen que la noche se alargue y amerite el cambio al segundo bar. Música, más cerveza, más conversación, risa, las tomadas de mano y el beso atrevido. Un shawarma al paso por la Anibal Pinto y “Muchas gracias por la noche, lo pasé bien. Adiós”.
Argentina venía de paso, se supone que no lo vería más, en un par de días se iría del Puerto. En ese tiempo yo no quería conocer gente que se quedara, no estaba segura de querer segundas citas, yo sólo quería conversar una cerveza en un bar, pero se quedó un par de días más, como todos a quién atrapa este Puerto. Un fin de semana, un almuerzo, una tarde de paseo por los cerros porteños, esa gigante luna llena en Sagitario y otro beso que no podía desperdiciar ese instante, esa postal mágica otoñal. Y se quedó otros días, ahora por la Capital, un museo, Violeta Parra, un “Gracias a la Vida”, un concierto latinoamericano, la cervecería alemana del Forestal, un beso de despedida, otro día, la fiesta con los amigos, unos días más, el fin de semana en el sur, los bosques del Huerquehue, la subida a un volcán, el cráter del Villarrica, la despedida.
Mucho más de una cerveza conversada una tarde en el Puerto.
Y pasan las semanas, las conversaciones, los proyectos, la casa que se vende en el Puerto, el regreso, el reencuentro, el seudo romance, el otro viaje al sur, las montañas, la nieve, los días de ski, el quiebre inesperado y no conversado del romance, el “yo sabía que no debí tener tercera cita”, el “qué importa, fue lindo, agradezco y continúo”.
Todo se vuelve inesperado una vez más, la amistad crece, lo confuso va y viene, la amistad sigue creciendo, nos cuidamos, nos apoyamos, comenzamos lentamente a hacernos familia en este Puerto donde somos allegados solitarios. Conversamos, nos desconfundimos, nos amistamos, nos cuidamos más, nos apoyamos más, compartimos el día a día, los almuerzos, las compras, el trabajo, las escapadas al cine, las lecturas en la playa, los museos, las montañas, las familias, los etcéteras, y en consecuencia, los privilegios de esas amistades íntimas, muy íntimas. Crecen las confianzas, crecen los cariños, yo comienzo a sentir la expresión de amor sin jamás sentirme enamorada, algo muy nuevo para mí pero las cosas se mantienen ahí, compartimos la vida entera, en todas sus formas, pero no el amor.
Sé que si no me quedo quieta por una razón, que aquí no existe, inevitablemente partiré, lo tomo con calma, agradezco tanto todo, agradezco al universo que ya no quedara nada oxidado en mi alma. A pesar de todo, me he fortalecido, me he liberado. Comienza un nuevo año, agradezco, agradecemos uno al otro, con el corazón, con un abrazo, con un beso más. Agradezco y lo dejo ir en su primera noche de loco Año Nuevo porteño. Me tomaré el camino hacia otros rumbos con calma, con tiempo, paso a paso, sin apuro.
El espumante de fin de año, el espumante de nuevo año, la música, más música. La cosa rara y reticente que se siente dejar ir, bailo, bailo y ¿Quién es éste con quien bailo? Bailo, bailo, más espumante, la música, qué bien se siente bailar, qué bien baila este que está al frente. La música, el espumante, ¡Qué bien baila!, la música, la cumbia, la salsa, los ojos, la piel morena, las manos que se toman, los ojos, la piel morena, los ojos, el beso, la cumbia, la salsa, la piel morena, la conversación no recordada por tanto espumante, el beso, el otro beso, el otro… ¿Y quién es este moreno?.
Argentina, vuelve Argentina, me despido del moreno, nos vamos, volvemos, me despido del moreno otra vez. Argentina, lo vi deambular en su noche loca, no lo vi mucho más. A ratos me perdí en la música y en los brazos en movimiento de esa piel morena. Argentina. Ahí supe que ya había comenzado a irme semanas antes, sino hubiese sido así, jamás habría visto a este moreno aunque estuviese frente a mí… y estaba frente a mí.
Paso a paso, fue un gran paso. Argentina. Continuamos acercándonos un paso y distanciando dos, reacomodándonos. Él se comenzó a ir por nuevos rumbos, tuvimos que conversar, pudimos reacomodar, pudimos acordar terminar con una de las muchas facetas que tenemos entre los dos. Una menos hoy. La amistad sigue, en su nueva forma. Aprendemos los nuevos límites, aún nos cuidamos, nos apoyamos, nos queremos como seres que hemos crecido juntos ya casi dos años, nos tenemos paciencia en la incomodidad de reacomodo.
Gracias… gracias… gracias… por lo bueno vivido, que sin duda me ha fortalecido, por lo no tan bueno, que me ha fortalecido el doble. Gracias, gracias, gracias porque aunque aún hay incomodidad en algunos ámbitos, sé que lo resolveremos juntos una vez más, como siempre, porque cada uno quiere, tan sólo, que el otro sea feliz.
Recuerdo perfecto cuando presioné la X la primera vez que apareció. A mí me gustan morenos, qué le vamos a hacer. Bueno, apareció una segunda vez y entonces, presioné el botón verde.
Me las di de guía turista online y un par de días después nos juntamos en un bar. Mucha conversación, historias de viajes, proyectos y todos los etcéteras que hacen que la noche se alargue y amerite el cambio al segundo bar. Música, más cerveza, más conversación, risa, las tomadas de mano y el beso atrevido. Un shawarma al paso por la Anibal Pinto y “Muchas gracias por la noche, lo pasé bien. Adiós”.
Argentina venía de paso, se supone que no lo vería más, en un par de días se iría del Puerto. En ese tiempo yo no quería conocer gente que se quedara, no estaba segura de querer segundas citas, yo sólo quería conversar una cerveza en un bar, pero se quedó un par de días más, como todos a quién atrapa este Puerto. Un fin de semana, un almuerzo, una tarde de paseo por los cerros porteños, esa gigante luna llena en Sagitario y otro beso que no podía desperdiciar ese instante, esa postal mágica otoñal. Y se quedó otros días, ahora por la Capital, un museo, Violeta Parra, un “Gracias a la Vida”, un concierto latinoamericano, la cervecería alemana del Forestal, un beso de despedida, otro día, la fiesta con los amigos, unos días más, el fin de semana en el sur, los bosques del Huerquehue, la subida a un volcán, el cráter del Villarrica, la despedida.
Mucho más de una cerveza conversada una tarde en el Puerto.
Y pasan las semanas, las conversaciones, los proyectos, la casa que se vende en el Puerto, el regreso, el reencuentro, el seudo romance, el otro viaje al sur, las montañas, la nieve, los días de ski, el quiebre inesperado y no conversado del romance, el “yo sabía que no debí tener tercera cita”, el “qué importa, fue lindo, agradezco y continúo”.
Todo se vuelve inesperado una vez más, la amistad crece, lo confuso va y viene, la amistad sigue creciendo, nos cuidamos, nos apoyamos, comenzamos lentamente a hacernos familia en este Puerto donde somos allegados solitarios. Conversamos, nos desconfundimos, nos amistamos, nos cuidamos más, nos apoyamos más, compartimos el día a día, los almuerzos, las compras, el trabajo, las escapadas al cine, las lecturas en la playa, los museos, las montañas, las familias, los etcéteras, y en consecuencia, los privilegios de esas amistades íntimas, muy íntimas. Crecen las confianzas, crecen los cariños, yo comienzo a sentir la expresión de amor sin jamás sentirme enamorada, algo muy nuevo para mí pero las cosas se mantienen ahí, compartimos la vida entera, en todas sus formas, pero no el amor.
Sé que si no me quedo quieta por una razón, que aquí no existe, inevitablemente partiré, lo tomo con calma, agradezco tanto todo, agradezco al universo que ya no quedara nada oxidado en mi alma. A pesar de todo, me he fortalecido, me he liberado. Comienza un nuevo año, agradezco, agradecemos uno al otro, con el corazón, con un abrazo, con un beso más. Agradezco y lo dejo ir en su primera noche de loco Año Nuevo porteño. Me tomaré el camino hacia otros rumbos con calma, con tiempo, paso a paso, sin apuro.
El espumante de fin de año, el espumante de nuevo año, la música, más música. La cosa rara y reticente que se siente dejar ir, bailo, bailo y ¿Quién es éste con quien bailo? Bailo, bailo, más espumante, la música, qué bien se siente bailar, qué bien baila este que está al frente. La música, el espumante, ¡Qué bien baila!, la música, la cumbia, la salsa, los ojos, la piel morena, las manos que se toman, los ojos, la piel morena, los ojos, el beso, la cumbia, la salsa, la piel morena, la conversación no recordada por tanto espumante, el beso, el otro beso, el otro… ¿Y quién es este moreno?.
Argentina, vuelve Argentina, me despido del moreno, nos vamos, volvemos, me despido del moreno otra vez. Argentina, lo vi deambular en su noche loca, no lo vi mucho más. A ratos me perdí en la música y en los brazos en movimiento de esa piel morena. Argentina. Ahí supe que ya había comenzado a irme semanas antes, sino hubiese sido así, jamás habría visto a este moreno aunque estuviese frente a mí… y estaba frente a mí.
Paso a paso, fue un gran paso. Argentina. Continuamos acercándonos un paso y distanciando dos, reacomodándonos. Él se comenzó a ir por nuevos rumbos, tuvimos que conversar, pudimos reacomodar, pudimos acordar terminar con una de las muchas facetas que tenemos entre los dos. Una menos hoy. La amistad sigue, en su nueva forma. Aprendemos los nuevos límites, aún nos cuidamos, nos apoyamos, nos queremos como seres que hemos crecido juntos ya casi dos años, nos tenemos paciencia en la incomodidad de reacomodo.
Gracias… gracias… gracias… por lo bueno vivido, que sin duda me ha fortalecido, por lo no tan bueno, que me ha fortalecido el doble. Gracias, gracias, gracias porque aunque aún hay incomodidad en algunos ámbitos, sé que lo resolveremos juntos una vez más, como siempre, porque cada uno quiere, tan sólo, que el otro sea feliz.
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