mayo 11, 2010

Entre memorias y la memoria...


Hace unos días me preguntaron sobre los agradecimientos de la tesis. Recordé que en aquél entonces los escribí aquí. Hoy esto fue lo que encontré:

"Al término de esta etapa no puedo sino detenerme un momento para agradecer profundamente a quienes de manera incondicional me han acompañado en este largo camino:
A mis padres, que en su amor e incomparable paciencia han sido mi gran apoyo y el pilar fundamental en este proceso; a mi familia, que siempre creyó en mí, aún en mis momentos de dudas; a mis grandes amigas que nunca dejaron de estar presentes para ofrecer una palabra de aliento, o simplemente, un momento de distensión cuando sólo necesité soñar que juntas podríamos conquistar el mundo.

Gracias a mis compañeros de carrera y los grandes amigos que hice en mi paso por la Universidad; a mi compañera, Silvia, en quien además encontré una amiga cuyo apoyo, paciencia y motivación hicieron posible cumplir este sueño, no exento de dificultades y grandes desafíos.

Finalmente, dedico esas horas de trabajo a quien desde siempre ha sido mi gran ejemplo y motivo de mi más profunda admiración. Dedico este triunfo a mi abuelo, Carlos Escobar Sandoval, quien hasta el día de hoy nos enseña que el éxito es la suma de pequeños logros que se consiguen día a día."

Es bueno recordar algunas cosas de vez en cuando.

Recordar que en el presente siempre hay situaciones que se nos enfrentan como desafíos gigantescos, pero luego de pasar por ellos y con el paso del tiempo, cuando miramos hacia atrás vemos que los gigantes no eran sino simples molinos, aunque hay molinos bien bien grandes, a veces...

Es bueno recordar a quienes nos acompañan y tener conciencia que nuestra vida está cimentada en la compañía, en la palabra, en el abrazo, y también en la discordia con cada uno de ellos.

Recordar la lucha de otros y permitir que ello incentive nuestro día a día.

Recordar al abuelo... nunca me cansaré de ello. Enfermó el año 2003. Fueron poco más de 6 largos años de pequeñas y grandes batallas y yo no recuerdo ni un sólo día en que él se quejara o renegara de su condición. Mi último recuerdo de él, unos días antes de partir, es la tibieza y la suavidad de su piel; es la sonrisa de sus ojos cansados y las palabras en el aire que ya no lograba decir.

Una vez más... Arrivederci!

Y por ahí encontré esa memoria

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