Simples y felices
Ay no, que ya tengo sueño, quiero ir a mi cama a dormir mejor. No, si me dejaron la entrada reservada en boletería, estoy “cagá”, tengo que ir igual…bueno... bailaré.
Cuando llego, Ana y la Dan ya están en el Galpón, ron en mano, moviéndose al ritmo de las cumbias que suenan en el local. Yo aún vengo media dormida, mucho frío para una cerveza y no tengo ganas de tragos fuertes… “Uys, sí, esa minibotellita de tinto está rebuena pa’l frío y pa’l sueño, deme una, por favor”… y en ese mismo instante, perdí toda clase de glamour con mi petaca de vino tinto metida en el bolsillo del jeans.
Bien, aún no sale Chicho Trujillo. En el escenario suena Combo Ginebra y la Ana se ríe con cara de culpable al oír “Porque eres mala de adeeentrooo…”. Nosotras a su vez nos reímos al mirarla con cara de “Tú…¡culpable!”. “Filo amiga, digamos que has hecho justicia por el sexo femenino. Sí has sido como eso, nuestra justiciera “... y ya vamos como en el séptimo salud de la noche. Es que la Ana nos es de cosas a medias, siempre fiel a sí misma, toma la vida así, como se le presenta y no le hace el quite a nada aunque ello signifique, como ella misma dice, tomar un montón de malas decisiones. Pero bueno, hoy está de vuelta del limbo y de los suburbios emocionales, con la misma sonrisa que yo recuerdo del día en que nos hicimos amigas en el jardín de la casa de mi abuela, cuando ambas teníamos unos 6 años. Hoy estamos juntas de nuevo, con sus mismos ojos brillando como si recién descubriera el mundo. Aunque en realidad a nuestra querida Ana la tenemos aquí sólo en cuerpo porque la sonrisa que tiene en la cara más estampada que la del “Guasón” confirma nuestras sospechas… otra vez está pensando en Manuel, cada segundo, está más por allá, que acá junto a nosotras, conectada con su nuevo amor.
Y ahí estamos, métale cumbianchando cuando la Dan comenta “esta vez podríamos haber venido con alguien para bailar” (como si alguna vez hubiera faltado con quien bailar) y no hace más que terminar la frase cuando alguien toca el hombro de Ana interrumpiendo su pensamiento n°2155 del día para Manuel. “¡Holaa!”… “¿Qué estos no son los tipos que conocieron el miércoles? ¿Qué onda Dan, pide y se te concederá? Ahí llegaron los bailarines, el mundo pa’ chico”.
Por fin sale al escenario Chico Trujillo y desde entonces todo es un enredo de cantos, gente bailando cumbia, de cervezas, la Ana pensando en Manuel y de mucho mucho calor. El galpón está repleto.
Las niñas vamos por más cervezas, los niños se quedan esperando, el gentío es tanto y nuestra orientación tan repoca que nunca volvimos a encontrarnos sino que arrancando de la multitud, que literalmente estaba dejando la escoba en el centro del galpón, terminamos exactamente en el lugar opuesto a donde debíamos llegar. De pronto “Hola”…”Hola…¿Cómo están?”…. “Chicas, son los fonderos”… “Oye Ale, ¿No será mucho? Ya estamos más populares que la fonda, quizás deberíamos empezar a quedarnos más seguido en la casa, no?... qué vergüenza”, nos miramos duditativas y respondemos al unísono “Ehhh... no” y vamos con el salud número dicecialgo de la noche.
El resto fue más baile y un sin fin de revelaciones filosóficas que nos llevan a sentenciar que somos un trío de mujeres felices… ¡Salud por eso!... Ah sí…cómo olvidarlo, y de conversaciones de y con Manuel cuyos amigos disfrutaban de su presencia corpórea porque ciertamente su pensamiento y demases andaban lejos, bien lejos, encontrados quien sabe dónde con los de nuestra ausente Ana.
Son casi las cinco de la mañana y la música para de sonar, las luces se encienden, Ana ya está en la puerta esperándonos. Una vez fuera les pido que me acompañen, cruzamos la Plaza Brasil, no sin antes detenernos en los juegos infantiles donde la Dan decide superar su vértigo al tirarse osadamente por el rebalín. Obviamente, la acompaño en su acto extremo. Llegamos al otro lado de la plaza y no me cuesta nada encontrar exactamente aquel árbol. "¿Qué onda? Qué hacemos aquí?".... “Vengo a desenamorarme” les contesto. “Aquí mismo, en este mismo árbol, hace poco más de un año, comencé todo cuando decidí que estaba enamorada. Este es el lugar preciso para desenamorarme. Soy literaria, no puedo terminar una historia si no tengo un final, venimos a escribirlo”. Saco mi minibotella aún con un resto de vino y la lanzo con todas mis fuerzas contra aquel enorme tronco. ¡Paf! La botella se devuelve intacta sobre mí… ¡Mierda!... repito la acción una, dos, tres... ¡Cinco veces!… el resultado es el mismo "¡¿Qué onda?! De qué están hechas estas cosas?”… Las chicas ya se ríen de mi patético intento de final literario cuando opto por poner la botella en el piso y quebrarla con el taco de mi bota… por fin se hizo añicos en un segundo, rota al fin, con el vino derramado sobre la tierra y con mi absoluta satisfacción de libertad, todo en un segundo…el mismo segundo en que oímos gritar a la Dan “¡Cresta! ¡¿Quién dejo una poza de agua en medio de la plaza??!!” Y ahora soy yo quien no puedo parar de reír al ver su pie metido una poza llena de barro. Y así nos vamos, intentando caminar entre retorcijones de risas, con una ex-mujer mala de adentro, hoy absolutamente enamorada, con la Dan y su vértigo superado y decidiendo que es una mujer completamente feliz a pesar del pie izquierdo lleno de barro. Y yo, por fin, feliz con mi final escrito.
Cuando llego, Ana y la Dan ya están en el Galpón, ron en mano, moviéndose al ritmo de las cumbias que suenan en el local. Yo aún vengo media dormida, mucho frío para una cerveza y no tengo ganas de tragos fuertes… “Uys, sí, esa minibotellita de tinto está rebuena pa’l frío y pa’l sueño, deme una, por favor”… y en ese mismo instante, perdí toda clase de glamour con mi petaca de vino tinto metida en el bolsillo del jeans.
Bien, aún no sale Chicho Trujillo. En el escenario suena Combo Ginebra y la Ana se ríe con cara de culpable al oír “Porque eres mala de adeeentrooo…”. Nosotras a su vez nos reímos al mirarla con cara de “Tú…¡culpable!”. “Filo amiga, digamos que has hecho justicia por el sexo femenino. Sí has sido como eso, nuestra justiciera “... y ya vamos como en el séptimo salud de la noche. Es que la Ana nos es de cosas a medias, siempre fiel a sí misma, toma la vida así, como se le presenta y no le hace el quite a nada aunque ello signifique, como ella misma dice, tomar un montón de malas decisiones. Pero bueno, hoy está de vuelta del limbo y de los suburbios emocionales, con la misma sonrisa que yo recuerdo del día en que nos hicimos amigas en el jardín de la casa de mi abuela, cuando ambas teníamos unos 6 años. Hoy estamos juntas de nuevo, con sus mismos ojos brillando como si recién descubriera el mundo. Aunque en realidad a nuestra querida Ana la tenemos aquí sólo en cuerpo porque la sonrisa que tiene en la cara más estampada que la del “Guasón” confirma nuestras sospechas… otra vez está pensando en Manuel, cada segundo, está más por allá, que acá junto a nosotras, conectada con su nuevo amor.
Y ahí estamos, métale cumbianchando cuando la Dan comenta “esta vez podríamos haber venido con alguien para bailar” (como si alguna vez hubiera faltado con quien bailar) y no hace más que terminar la frase cuando alguien toca el hombro de Ana interrumpiendo su pensamiento n°2155 del día para Manuel. “¡Holaa!”… “¿Qué estos no son los tipos que conocieron el miércoles? ¿Qué onda Dan, pide y se te concederá? Ahí llegaron los bailarines, el mundo pa’ chico”.
Por fin sale al escenario Chico Trujillo y desde entonces todo es un enredo de cantos, gente bailando cumbia, de cervezas, la Ana pensando en Manuel y de mucho mucho calor. El galpón está repleto.
Las niñas vamos por más cervezas, los niños se quedan esperando, el gentío es tanto y nuestra orientación tan repoca que nunca volvimos a encontrarnos sino que arrancando de la multitud, que literalmente estaba dejando la escoba en el centro del galpón, terminamos exactamente en el lugar opuesto a donde debíamos llegar. De pronto “Hola”…”Hola…¿Cómo están?”…. “Chicas, son los fonderos”… “Oye Ale, ¿No será mucho? Ya estamos más populares que la fonda, quizás deberíamos empezar a quedarnos más seguido en la casa, no?... qué vergüenza”, nos miramos duditativas y respondemos al unísono “Ehhh... no” y vamos con el salud número dicecialgo de la noche.
El resto fue más baile y un sin fin de revelaciones filosóficas que nos llevan a sentenciar que somos un trío de mujeres felices… ¡Salud por eso!... Ah sí…cómo olvidarlo, y de conversaciones de y con Manuel cuyos amigos disfrutaban de su presencia corpórea porque ciertamente su pensamiento y demases andaban lejos, bien lejos, encontrados quien sabe dónde con los de nuestra ausente Ana.
Son casi las cinco de la mañana y la música para de sonar, las luces se encienden, Ana ya está en la puerta esperándonos. Una vez fuera les pido que me acompañen, cruzamos la Plaza Brasil, no sin antes detenernos en los juegos infantiles donde la Dan decide superar su vértigo al tirarse osadamente por el rebalín. Obviamente, la acompaño en su acto extremo. Llegamos al otro lado de la plaza y no me cuesta nada encontrar exactamente aquel árbol. "¿Qué onda? Qué hacemos aquí?".... “Vengo a desenamorarme” les contesto. “Aquí mismo, en este mismo árbol, hace poco más de un año, comencé todo cuando decidí que estaba enamorada. Este es el lugar preciso para desenamorarme. Soy literaria, no puedo terminar una historia si no tengo un final, venimos a escribirlo”. Saco mi minibotella aún con un resto de vino y la lanzo con todas mis fuerzas contra aquel enorme tronco. ¡Paf! La botella se devuelve intacta sobre mí… ¡Mierda!... repito la acción una, dos, tres... ¡Cinco veces!… el resultado es el mismo "¡¿Qué onda?! De qué están hechas estas cosas?”… Las chicas ya se ríen de mi patético intento de final literario cuando opto por poner la botella en el piso y quebrarla con el taco de mi bota… por fin se hizo añicos en un segundo, rota al fin, con el vino derramado sobre la tierra y con mi absoluta satisfacción de libertad, todo en un segundo…el mismo segundo en que oímos gritar a la Dan “¡Cresta! ¡¿Quién dejo una poza de agua en medio de la plaza??!!” Y ahora soy yo quien no puedo parar de reír al ver su pie metido una poza llena de barro. Y así nos vamos, intentando caminar entre retorcijones de risas, con una ex-mujer mala de adentro, hoy absolutamente enamorada, con la Dan y su vértigo superado y decidiendo que es una mujer completamente feliz a pesar del pie izquierdo lleno de barro. Y yo, por fin, feliz con mi final escrito.
- Y al final nunca más vimos a nuestros bailarines…
- ¿Cómo que no? Si hasta pasaron por el lado nuestro y ustedes ni los pescaron. Además, nos llamaron al salir y tampoco les respondieron. Yo tenía un final que realizar así que ni me detuve… ¡¿De verdad nunca los vieron?!
- Mmmm…Nooo!
- Jajajajajajaja…
- Oye les dije que Manuel…
- Mmmmm… siiiiiiii…
- Ahp
- Jajajjajajaa
- Ya vámonos en este taxi que nos está esperando…
- Buenas noches, qué noche… vamos a Santa Isabel…pero váyase por esta calle… cómo es que se llama… esta….mmm… chicas…cómo se llama…esa que está ahí… ahí po…. por Santa Lucía… esa que se llama…. Pucha… cómo era que se llamaba si yo sé…. Bueno usted me entiende no?
- Si
- Bien…por ahí…
Es lo bueno de los taxistas…. A las cinco de la mañana siempre entienden todo…
- Oye Ale, y al final, ¡Cómo rompiste la botella? Es que como estaba ocupada metiendo el pie a la poza de barro, me perdí esa parte.
- Ahhh…na... la pisé.
- Aahhh…. Entonces ¿Te desenamoraste?
- Así es… Absolutamente.
- ¡Buena!... Que bueno que somos mujeres felices al fin…
- Si, fue una buena noche…
Etiquetas: amigas, carrete, desvaríos, Janis, libertad, recuerdo
2 La Conversación
já
Parece una de esas historias que aderezan mi existencia. Lugares comunes, canciones comunes...como amo y odio esa plaza! Tantas cosas han pasado por ahi! Ese galpón, la fonda, los personajes de siempre!
Y ese refalín! es el mejor del mundo!
Saludos huachita.
Sí, si... es lo que me gusta de escribir... son historias tan personales y ala vez, tan tan comunes, que podrían ser la de cualquiera...
Y cómo va la vida al otro lado de la cordillera huachis??
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